"LA GLORIOSA" EN VALDETORRES DE JARAMA (2)
Publicamos en esta entrada la segunda parte del texto de la conferencia "La Gloriosa" en
Valdetorres de Jarama que nos ofreció Martín Turrado Vidal, cronista de
nuesta localidad, el 22 de diciembre del pasado año.
Incluimos de nuevo el índice para que pueda servir de guía de lectura.
Incluimos de nuevo el índice para que pueda servir de guía de lectura.
SUMARIO
1.-
Introducción
2.-
La Gloriosa
en los pueblos: a remolque de las ciudades.
3.- Los hechos “revolucionarios”
3.1.- Las vicisitudes de la
nueva Junta Revolucionaria
3.2.- A la tercera no va la
vencida…
3.3.- El nuevo Ayuntamiento
4.- De impuesto a impuesto
4.1. El acta del 12 de
septiembre
4.2. El impuesto personal
5.-
Actuaciones de la Junta
5.1. Reparto de pan, carne y vino
5.2.- Problemas económicos
5.3.- Las consecuencias de la
desamortización de 1858
6.-
Conclusiones.
4.- De
impuesto a impuesto
El 12 de septiembre
de 1868 el Ayuntamiento reunido en pleno tuvo que abordar un espinoso asunto:
cómo afrontar el pago de un impuesto. Nada nuevo bajo el sol de la vida
ordinaria municipal si no hubiera sido porque esta vez se trataba del último
asunto que trató antes de ser defenestrado por la Junta Revolucionaria
Provisional. La coincidencia está que, pasando los días, cuando esta Junta
vuelve a tomar el nombre de Ayuntamiento Constitucional el primer problema que
debe resolver fue el de repartir entre los vecinos el pago del impuesto
personal, que había sustituido al de Consumos, abolido en los comienzos de la
revolución. Por eso hemos titulado este apartado de “impuesto a impuesto”: fue
en lo que coincidieron el Ayuntamiento saliente y el entrante.
4.1. El acta del 12 de septiembre
Deja entrever varios
puntos importantes. El primero es que en 1868 había impuestos que se seguían
pagando por “cupo”. El Administrador de Hacienda Pública de la provincia de
Madrid “autoriza a esta corporación para la formación del reparto vecinal de la
cuota y rentas que han correspondido al ramo de las carnes en el año económico
de mil ochocientos sesenta y ocho y ochenta y nueve”. Es decir, que al pueblo se le asignaba una
cantidad a pagar y luego se repartían las cuotas por los vecinos siguiendo unas
reglas prefijadas.
En el caso de la
carne, que es el que no ocupa, este impuesto debería pagarse a través de la
concesión de la carnicería del pueblo durante un año. Se acostumbraba a hacer
por el día de Reyes mediante pública subasta y se adjudicaba al mejor postor y
a quien se comprometía a cumplir los requisitos de los vecinos reunidos en
Concejo. ¨¿Cuál era el problema ese año
que impedía poder pagar la contribución? El acta responde claramente y sin
dejar lugar a algún resquicio para la duda: “no haberse presentado licitadores
al acto de la subasta”. Es decir, había quedado desierta aquel año por falta de
concurrentes a ella.
Como el impuesto
había que pagarlo se reunieron en concejo abierto los vecinos y, tras las
discusiones acaloradas que solían tener lugar en estos casos, acordaron una
fórmula para poder hacer frente al impuesto. Como era también normal, antes de
entrar en materia, se alargaron exponiendo =lamentando sería mas exacto decir=
la mala situación económica del pueblo: “En
virtud del mal estado en que se encuentra el pueblo y de las vicisitudes tan
calamitosas por las que atraviesa ¿hacen? Diíicil hasta cierto punto la cobranza con la puntualidad que es
debida”.
Aparece en este
punto la petición expresa de la dilación en el pago. Tampoco esto era nuevo:
las actas del ayuntamiento de los siglos XVII, XVIII y XIX están plagadas de
peticiones semejantes. Peor aún: se llega al extremo de prever cómo se había de
reaccionar en caso de que visitaran el pueblo los exactores de impuestos y se
llevaran presos a sus dos alcaldes ordinarios. Chocamos con la imprevisión de
los munícipes: sabían perfectamente que tenían que pagar este impuesto; sabían,
desde el día de Reyes, que se lo iban a reclamar y que habiendo quedado la
subasta desierta, les iba a resultar imposible pagarlo. No tomaron ninguna
medida al respecto y tampoco lo llegaron a plantear en algún concejo abierto.
La solución a que
llegaron fue la siguiente: “Adoptando el
medio de cobrar la cuota por reparto vecinal, le parece más oportuno señalar
diez y ocho céntimos en cada libra de carne de las reses que se despachan en
esta Villa, medio más a propósito y menos difícil de recaudar la subsodicha
cuota en atención a que se usa en todo el año el despecho de carne con arreglo
a la población”. La propuesta salió aprobada por unanimidad. Pero no podía considerarse como una solución
definitiva: debía elevarse al Administrador Provincial de Hacienda para que la
aprobase, con lo cual, de paso, se ganaba también algo de tiempo.
En este intervalo
ocurrieron los hechos revolucionarios y no sabemos cómo evolucionó el problema
ni qué repercusiones tuvo en el pueblo, al ser suprimido poco después el
impuesto de Consumos –en el que estaba incluido el de la carne- por la Junta Revolucionaria
Nacional. Lo que si podemos estar seguros es que el Administrador de Hacienda
de la provincia no pudo contestar a la petición de aprobar esta solución porque
lo mas seguro es que fuera cambiado de destino.
Con esto entramos en
una doble problemática: por un lado, lo poco que se recaudaba por ese impuesto
y, por otro, la complicación para cobrar impuestos atrasados.
En cuanto al primer
punto tenemos este importantísimo testimonio:
“CONTRIBUCION DE CONSUMOS.- Limitada
la gestión de esta dependencia respecto del impuesto de consumos á la de los pueblos
de la provincia es difícil y delicada si se tiene en cuenta, no la importancia de
los valores que produce, sino las especiales condiciones de los mismos pueblos
en que se recauda. Son estos en general de insignificante importancia, de
escasa o
ninguna industria, de corta producción y de exiguo vecindario.
Confirmase esto, con sólo considerar que hay muchos Ayuntamientos cuyos
encabezamientos son de menor cuantía, es decir, que no llegan a los 500 escudos
por cuota del Tesoro, y que muchos de ellos cubren su encabezamiento empleando
la exclusiva, señal inequívoca de que la concurrencia en ellos es nula. Pueblos
hay, sin embargo, aunque pocos en número, que tienen alguna importancia, pero aun
esta es accidental para los fines del impuesto de consumos. Tales son, por
ejemplo, Alcalá y Aranjuez, que pagan al Tesoro 19.000 escudos cada uno. La
permanencia de tropas en ellos es la base de mayor consumo; pero el alejamiento
de aquellas, aun cuando sea por poco tiempo, pone de continuo en riesgo los
capitales de los arrendatarios; y de aquí el que haya irregularidad en el
consumo en cierta base de imposiciones. A Chinchón, Colmenar y algún otro
pueblo que tienen regular importancia y están sujetos á condiciones más
normales, difícilmente podrían pedírseles mayores cantidades que las que hoy
satisfacen; pues, si bien no debe decirse que estarán recargados, por lo ménos
puede asegurarse que no es corto el gravamen que sobre los mismos pesa”[1].
En cuanto al segundo, las complicaciones enormes que existían para cobrar
impuestos atrasados, tenemos también un interesante párrafo en el mismo
Anuario:
“CONTRIBUCIONES
EXTINGUIDAS: ALCANCES.- También corren á cargo de la Sección primera de esta
Administración los expedientes formados por estos dos conceptos. De difícil y
lenta tramitación, ya por la antigüedad de su origen y la carencia de datos que
sirvieron para su mejor resolución, ya también porque, por la primera de las
expresadas causas, ó han fallecido ó se ignora la existencia de los Deudores
obliga á estas oficinas á un asiduo trabajo sin gran resultado para los intereses
públicos, puesto que en la mayor parte de los expedientes terminan sus
diligencias por la declaración de partida fallida. No obstante lo expuesto,
esta administración continuará prestando todo sir celo en el servicio de que se
trata, logrando así por lo menos que aun como partidas fallidas desaparezcan
tales descubiertos de los contraídos en las cuentas de rentas públicas”[2].
4.2. El impuesto personal
El tremendo desorden
que ocasionó la supresión del impuesto de consumos tuvo que ser para nota. El
Estado se quedó rápidamente sin una de sus principales fuentes de financiación,
pero el Ayuntamiento del pueblo vio cómo llegaba una solución que ni el más
optimista podría haber imaginado.
La narración que
contiene el acta de 7 de noviembre es sumamente escueta. Por una parte, era la
primera del recién constituido Ayuntamiento revolucionario, que estaba
presidido, igual que la Junta,
por D. Pablo Acevedo y por otra resultaba muy difícil de explicar que la
supresión del impuesto tan impopular de Consumos no había supuesto llegar a la
tierra prometida:
“Acto continuo se dio cuenta de la circular
de la Dirección General
de Contribuciones en la que se establecen reglas para proceder al repartimiento
del impuesto personal que ha sustituido a la suprimida contribución de
consumos”.
Hay algo que
precisar. Llama mucho la atención un pequeño dato: el de que antes de la Revolución quien
gestionaba el asunto de los impuestos era el Administrador de Hacienda
Provincial, es decir un cargo sumamente personalizado, pero con la revolución
se impuso la obligación de cobrar los impuestos desde un organismo tan
impersonal y distante como cualquier otro en la Administración
pública, la Dirección General
de Hacienda. Dal la fuerte impresión de que se quiere poner cuanta más tierra
mejor entre la
Administración y el administrado.
Esto choca de frente
con el nombre del nuevo impuesto que se trata de recaudar: “personal”. Parece
que así el sujeto pasivo tuviera menos posibilidades de escabullirse. Pero la
paradoja es inevitable: mientras la Administración impersonalizaba su gestión lo más
que podía, intentaba, por el contrario, personalizar los impuestos al máximo.
Una segunda
observación se impone: la imprevisión de los efectos que tendría sobre el
funcionamiento de la
Administración pública la supresión del impuesto de Consumos,
su principal fuente de financiación. Cuando se comprobó que se había puesto en
peligro el cobro de los sueldos y el cumplimiento de muchas obligaciones la
solución que encontraron los revolucionarios fue sustituir un impuesto por
otro. No tenían otra salida.
El nuevo y flamante
impuesto conservaba lo esencial del suprimido: debería ser pagado por el pueblo
entero a través del cupo que se les asignara. Para poderlo recaudar se hacía
necesario el nombramiento de “repartidores”, otra vieja y conocida figura de la
vida municipal, que se encargaran de realizar el reparto y de cobrarlo.
Ese nombramiento
recayó en las siguientes personas:
D. Luciano
Martín, D. Bernardo Lucas
D. Evaristo
Martín D. Julián Zarza
D. Benito
Arroyo D. Saturnino García
D. Domingo
Acevedo D. Julián Torres.
Realizado el
nombramiento, se acordó elevarlo al Gobernador civil para su aprobación.
Al final salieron
perdiendo: el nuevo impuesto fue bastante más gravoso que el de consumos que
habían suprimido.
5.- La actuaciones de la Junta
De hecho ya acabamos
de describir una de sus actuaciones en materia de impuestos. Nos quedan por
analizar otras dos relacionadas con impuestos, contribuciones o tasas y otra,
que podríamos denominar, como “humanitaria”, aunque creo que se trató de algo
más folclórico, porque, en el fondo, no sirvió para solucionar ningún problema.
5.1.
Reparto de pan, carne y vino.
Entre las actas de
las distintas sesiones hay un acuerdo del día 17 de octubre de 1868 que llama
bastante la atención. Dice a la letra lo siguiente:
“Acordaron
que en todo el día de mañana diez y ocho se
proceda a la repartición de pan, carne y vino en la plaza pública de esta Villa
a donde podrán concurrir todos los habitantes de la misma en especial los más
necesitados y puedan recibir de manos de los Vocales la ración de pan,carne y
vino que se designe, guardando en todo el mejor orden y compostura a fin de
evitar los abusos que pudieran emanar de esta reunión”.
No
se excluyó a nadie del reparto, pero se hacía un especial hincapié en que iba
destinado a las clases más menesterosas y necesitadas. El reparto lo harían los
vocales de la Junta
en persona, sin duda, para darle mayor tinte de oficiosidad y de solemnidad. Al
público en general, destinatario de esta
medida, lo único que se le pedía era que guardara “orden y compostura” en la
cola para evitar los abusos “que pudieran emanar de esta reunión”. Es decir,
deberían respetar el orden, lo cual significaba no intentar colarse ni pasar
dos veces o alterar el orden con discusiones inútiles. Cosas que, como todos
sabemos, se suelen producir en este tipo de situaciones.
¿Cuál
fue el motivo del reparto? En este punto es donde cobra tintes rocambolescos
esta historia. Ni más ni más ni menos, según el preámbulo del acuerdo, que “dar testimonio de gratitud en nombre del
Gobierno Nacional a todos los habitantes de este vecindario y mucho más a la
clase menesterosa”. En definitiva la causa de la fiesta era que “en vista del buen éxito con que esta
población acoge la bizarría y denuedo con que se han defendido nuestro valeroso
Ejército y Marina en el glorioso alzamiento hasta conseguir el triunfo a la
conquista salvadora en defensa de nuestra libertad”. Por si acaso, como
demuestran de forma fehaciente, los documentos tanto patriotismo y ansia de
libertad pudieron esperar bastante o al menos suficiente tiempo como para
tuvieran que ser requeridos por la Junta Revolucionaria
para que se cambiase a los componente
del Ayuntamiento. La celebración tendría, por lo tanto, otro motivo añadido:
ganarse la voluntad de muchos que eran indiferentes y tomaron una actitud
pasiva en el curso de estos acontecimientos.
Este
reparto de pan, carne y vino tuvo una consecuencia sobre la que tendremos que
volver más adelante, porque no hizo sino agravar la situación económica en que
se encontraba el Ayuntamiento, que carecía de recursos para hacer frente a sus
obligaciones, como vamos a ver a continuación.
5.2. Los problemas económicos.
Los
apuros económicos del Ayuntamiento revolucionario para hacer frente a dos asuntos que acuciaban vivamente hicieron que
fueran tratados en un pleno para tratar de buscarles una solución. El primero,
era pagar el material y sueldo de los maestros del primer trimestre, y el segundo, la cuota de manutención de
presos del partido “correspondientes
igualmente al primer trimestre”. El problema que se planteaba y que, a
estas alturas, era un mal crónico en el Ayuntamiento, consistía en: “como en la actualidad no existan fondos en
Depósito para cubrir las subsodichas atenciones y comoquiera que son de
absoluta necesidad satisfacer estas cantidades con la urgencia que previene la
circular del Gobernador de la provincia”.
De nuevo nos tenemos que
preguntar cómo, a la luz de estas mismas consideraciones que se hacen tan
claramente en el acta, se pudo pagar el pan, la carne y el vino que se
repartieron unos días antes y más aún ¿por qué no destinó esa cantidad a cubrir
esas obligaciones que ya se sabían que existían porque correspondían al primer
trimestre tanto la correspondiente a los maestros como a los presos?
La
única solución que encontraron fue “que
se requiera en forma a los señores del Ayuntamiento saliente para que en el
término del tercero día presenten sus respectivas cuentas como igualmente su
Depositario a fin de que el alcance que les resulte de los fondos que se
suponen obrar en su poder, se cubran las subsodichas atenciones y otras que no
son menos urgentes a fin de cumplir en un todo con las miras y disposiciones
del Gobierno”.
No
solamente no habían llamado a los anteriores componentes del Ayuntamiento para
que rindieran cuentas de su gestión es que además habían nombrado a dos de los
concejales como vocales de la Junta
Revolucionaria. Hemos tenido ocasión de ver cómo el
Gobernador civil les recriminó por ello y, en consecuencia, tuvieron que volver
a nombrar nuevos vocales para la Junta.
Tenían, pues, más que motivos para hacer la afirmación de que
“se suponen obran en su poder”. Es decir, se suponía únicamente, pero no había
seguridad alguna de que en realidad existieran. En caso de que así fuera, ¿por
qué no se habían pagado a su debido tiempo esas cantidades y se había hecho
esperar a los maestros once meses para cobrar el primer sueldo correspondiente
al año 1868?
Por
todo esto es por lo que decíamos antes que el reparto de pan, carne y vino fue
un acto que agravó la situación de las cuentas municipales. Ahora podemos
añadir, que además ese acto resultó temerario, porque ni siquiera se sabía en
qué estado se encontraban en ese momento las cuentas municipales.
5. 3.- Las consecuencias de la
desamortización de 1858
Una semana más tarde
de los hechos reseñados anteriormente se reunió para tratar de cómo podrían
cubrir los ingresos presupuestados. Parte de esos ingresos presupuestados
provendrían del pago aplazado a los compradores de bienes de propios
–comunales- como consecuencia de la llamada desamortización de Pascual Madoz de
2 de octubre de 1858. Por ello el asunto tratado en esta sesión fue:
“Hallándose abierto el pago en las oficinas
respectivas de las dos terceras partes del ochenta por ciento de los bienes de
propios enagenados en esta Villa y siendo de absoluta necesidad verificar la
cobranza de estos intereses para cubrir con ella el importe de la parte
municipal de ingresos como atender a las necesidades de la gente jornalera
abriendo trabajos en donde pueda ganar su sustento la subsodicha clase
menesterosa”.
En
este caso solamente existía una solución: encargar al Alcalde que hiciera las
gestiones necesarias para proceder al cobro de esas cantidades.
Lo
de la venta a plazos de los bienes de propios fue algo habitual tanto en la
desamortización de los bienes de la
Iglesia de Mendizábal como en la de los bienes comunales de
Madoz. Los problemas para cobrar el principal y los intereses de esos plazos
fueron también muy similares y, en ocasiones, resultó imposible. Al final,
tanto en uno como en otro caso terminaron cambiándose por deuda pública cuyo
valor real era muchísimo más bajo que el de los bienes adquiridos.
Conclusiones
El
recorrido por los hechos de “La
Gloriosa” y de cómo se vivieron en el pueblo deja poco margen
para sacar conclusiones. Creemos que las principales son las siguientes.
La
primera y, seguramente, la más llamativa es la inestabilidad de la
Junta. La hemos tratado detenidamente. Se
ha podido ver cómo en poco menos de mes y medio cambió hasta cuatro veces su
composición, por unas razones o por otras no se terminaron de resolver esos
problemas internos hasta que no se constituyó el Ayuntamiento constitucional.
Dentro de esta inestabilidad no deja de ser sorprendente que tuvieran que recurrir
a los concejales del Ayuntamiento isabelino para hacerla funcionar.
La
segunda estaría en la problemática originada por los impuestos. Esta era una
cuestión que ya tenía mucho recorrido y que tampoco se ha solucionado nunca. La
solución más frecuente que se daba a este problema era aplazarlo hasta que ya
no se podía más. En ese momento se pedía el perdón de las deudas, nuevos
aplazamientos e, incluso, se recurría a préstamos para poder hacerles frente.
La
tercera era la gran dificultad en que se encontraba el Ayuntamiento para hacer
frente a los gastos ordinarios. Porque al fin y al cabo el sueldo de los
maestros y el material de la escuela eran gastos ordinarios y hemos visto cómo
se llega al último mes del año sin haberles pagados el primero. Capítulo aparte
merecería la cuota para el mantenimiento de los presos del partido, que era
otro de los gastos ordinarios. Tampoco se había satisfecho el del primer
trimestre.
La
cuarta es la sensación de durante este período no pasó nada de forma que con “Gloriosa”
o sin ella las cosas siguieron por los mismos cauces en el pueblo. Reaccionaron
tarde, y se acomodaron lo mejor que pudieron y supieron a la nueva situación, pero solamente por obra
de muy pocos de sus vecinos. Los más no tenían tiempo para entretenerse en estas cosas, porque ya tenían bastante
con procurarse el sustento de cada día, cosa que por obra de la desamortización
de los bienes comunales, resultaba más problemática.
Buenos
es de todas formas conocer lo que pasó. La historia del pueblo tiene episodios
tan importantes como el que se acaba de analizar que permanecen en el más perfecto
desconocimiento. Algunos como este constituyen verdaderos contrapuntos de lo
que se escribe en la historia con mayúsculas. Y sin embargo…su estudio nos ayuda
a comprender lo que de verdad pasó en una España tan fuertemente ruralizada
como lo estaba España en el siglo XIX.
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